Toc toc... La maternidad llama a tu puerta, a veces viene de repente (sin estar previsto) y sin embargo otras, llega después de buscarlo mucho y de creerte que estabas súper preparada para lo que llegara... y llega... Llega un bebé, una persona totalmente dependiente, inocente y pequeñita. De repente te das cuenta de lo que supone ser mamá, una responsabilidad y una dedicación infinitas... Atención 24/7 a un bebé y con muy pocos minutos al día para ti. ¡Quien me iba a decir a mi que tener tiempo para lavarme y secarme el pelo iba a ser misión imposible! Este mes ya he salido a la calle 3 veces en zapatillas de andar por casa, menos mal que me daba cuenta casi siempre en el portal y al menos me reía yo sola... ¿Pero sabéis lo que compensa las noches sin dormir, las madrugadas de bibe, los cólicos eternos, las tardes de urgencias en pediatría y el no tener ni un minuto para ti? Pues un día cuando te acercas a tu bebé, le sonríes y de repente te devuelve la sonrisa como si te dijera te quiero mamá pero sin decir nada... En ese momento se te olvida todo, el cansancio, la ansiedad, la falta de tiempo... TODO.
Sí, puede sonar cursi, pero es así.
Desde aquí me gustaría pediros toda la solidaridad del mundo con las mamás. A veces las madres se ven en situaciones difíciles... Personalmente me he visto en varias: no poder subir el carrito, que el niño se ponga a llorar y no poder hacer sola el bibe porque lo tenía en brazos, que comience un llanto desconsolado molestando a gente en una cafetería... No sabéis lo que he agradecido una mano, una persona diciéndome si necesito ayuda, una mirada de apoyo para no desesperarme o una palabra bonita y de complicidad. Para todos aquellos que han mostrado empatía en algún momento con una mamá: GRACIAS.
Y a todas vosotras, las mamás, mi más sincera enhorabuena... ¡Sois unas campeonas y lo estáis haciendo muy bien!